Juan Carlos Monedero
Profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid
"Chávez nuestro que estás en los pueblos". El pueblo, en
la calle, reza por Chávez. La espiritualidad se mete en el corazón de los
pobres. Tienen mucha necesidad. También se mete en su corazón la gente que se
la juega por ellos. Y eso era Chávez: un hombre que se la jugó por su pueblo.
Por su pueblo y por los pueblos de la América. Es con Chávez que los pueblos de
América se han vuelto a reconocer. La oposición le criticaba la
"regaladora" de dinero a los países hermanos. "Diplomacia del petróleo",
la denostaban. Chávez sabía que no se salvaba un pueblo solo. Se tenía que
salvar todo el continente. ¿No es eso lo que Europa le pide a Merkel? Pero
Merkel no es Chávez. Hace falta gente honesta que reconozca que Chávez hizo lo
que aquí estamos reclamando. Suramérica, hoy, llora pero crece. Europa sigue
arrogante y se hunde.
Venezuela, siempre ha visto en su historia cómo dios
dormitaba en las lujosas estancias del norte. Siempre ha necesitado de santos
para poder avanzar con esperanza. Santos de a pie y a caballo. Porque por la
libertad se pelea. Hoy, Chávez ya está en ese panteón en el que hacía casi un
siglo nadie entraba. Entendió a su pueblo. Se ha hecho uno con él. Salvó a su
pueblo y su pueblo lo salvó a él cuando el golpe. Qué difícil le resulta a
Europa entender una relación con un estadista que no esté guiada por el miedo o
la sumisión.
Chávez era un hombre común fuera de lo común. Zambo, feo,
con una cualidad especial para desafinar horriblemente, más grueso que delgado.
Mágico. Profundamente mágico. Como Venezuela. De nada sirve que corras bajo la
lluvia cuando va a empezar un mitin si no está detrás la gente esperándote.
Chávez tenía el don de que detrás siempre estaba la gente. Su pueblo. Si
arriesgas y no te miran, el fracaso se multiplica. A Chávez siempre lo miraban.
¿Qué otro mandatario ha reunido al 100% de los dirigentes de América Latina?
Sólo Chávez, para poner en marcha la CELAC. Mucha inteligencia, memoria
prodigiosa, capacidad de convencimiento, el don de encender y también el de
tranquilizar (fue él quien convenció a la izquierda venezolana que debía abandonar
las armas y optar por la vía electoral).
Chávez una noche en las afueras de Montevideo, recitando
durante horas y de memoria poema tras poema mientras Daniel Viglietti rasgaba
la guitarra y Pepe Mujica escuchaba con la sonrisa en la boca de viejo guerrillero
devenido Presidente. Chávez sintetizando ideas sobre temas bien complejos que
sus interlocutores se empeñaban en enturbiar con su lógica de confusos técnicos
(un clásico de los consejos de Ministros). Chávez leyendo a Gramsci y
comprendiendo la complejidad heterodoxa del comunista italiano y su apuesta por
el mundo de las ideas. Y Chávez metiéndose en la obra de Marx, teniendo bien
presente aquello que decía el también venezolano Ludovico Silva ("Si los
loros fueran marxistas serían marxistas dogmáticos"). Regresando a Marx y
usando sus categorías bien lejos de los que las confunden con un catecismo.
Porque en 2005, en vez de decirle a su pueblo que iban a construir el
"chavismo", les dijo que iban a construir el socialismo. Y con ese
programa le sacó 11 puntos al candidato de la oposición, Capriles.
Chávez llamando a los Presidentes latinoamericanos para
evitar el golpe de Estado en Bolivia (e insistiendo, frente a la pusilanimidad
de algún Gobierno, jurando que América Latina no iba nunca a volver a repetir
la vergüenza de quedarse con los brazos cruzados ante los gorilas como ocurrió
con el Chile de Salvador Allende). Chávez con una paciencia infinita elaborando
los documentos de la UNASUR, cediendo lo que hiciera falta para que todos los
Presidentes no tuvieran problemas para incorporarse. Algo que repetiría en la
CELAC o con el ingreso de Venezuela a Mercosur o con el ALBA. Chávez en reunión
con Clinton, y después de que el Presidente norteamericano le agradeciese la
cesión del cielo venezolano a la fuerza aérea gringa con motivo del Plan
Colombia, decirle al gendarme mundial: "Tranquilo Bill, que nosotros
también os damos las gracias a ustedes por dejar a la fuerza aérea venezolana,
en nombre del Plan Colombia, sobrevolar libremente el territorio norteamericano".
Clinton no leyó que Chávez era un defensor de la soberanía venezolana. Pasó a
formar parte de los amigos de los terroristas.
La fuerza de Chávez tenía también el problema de necesitar
enfrente interlocutores fuertes. El barroquismo caribeño y el carisma desatado
del Presidente eran una fórmula no apta para el consumo encorbatado de las
cancillerías occidentales. Al tiempo, brindaba fáciles caricaturas a unos
medios de comunicación mercenarios que no dudaban en sacar de contexto, en
recortar un minuto de un discurso con la intención de construir una matriz de
opinión contraria a Chávez (con gran éxito, incluso entre la izquierda
europea). Estos medios mercenarios presentaban a Chávez cantando una ranchera
con un sombrero mexicano, queriendo hacer del Presidente un payaso ocurrente,
ignorando que esos gestos han sido los que han ido logrando hermanar a los
pueblos latinoamericanos (¿es que sabe alguien en España cómo se llaman los
Presidentes de los otros 26 países de la Unión Europea?
En América Latina, ahora, los pueblos sí conocen quiénes son
los otros presidentes). ¿Y qué decir del repetido "¡Exprópiese!".
¿Acaso no representan los gobernantes europeos sus actos de gobierno? ¿Acaso no
nos hemos enterado en España de recortes sociales a través de declaraciones a
periódicos extranjeros? En esa ocasión se estaba representando un proceso de
expropiación que buscaba hacer ver a los sectores populares que también se
exigía a los ricos su parte de esfuerzo en el proceso bolivariano. La prensa
occidental lo entendió como el summun de la arbitrariedad (presentado así por
los mismos medios que no cuestionan la relación directa entre la baja
popularidad de los Presidentes norteamericanos y la acción bélica
correspondiente en cada mandato). La palma de oro se la llevó el diario El país
publicando una falsa foto de Chávez moribundo. Prensa de calidad. ¿Quiénes son
los bananeros? Esa fuerza de Chávez ha sido la que ha impulsado TeleSur, el
SUCRE (el comienzo de una moneda latinoamericana que no repita los errores del
euro), el Banco del Sur, la Universidad del Sur, el ALBA, la UNASUR, el ingreso
de Palestina en la UNESCO (iniciativa venezolana), que prepararía la
incorporación palestina como país observador de la ONU...
Pero no deja de ser cierto que la fuerza de Chávez no
encontraba siempre enfrente actores políticos con la voluntad de contradecir al
Presidente. La cultura política venezolana sigue siendo en una buena parte
"adeca" (marcada por Acción Democrática, el partido del dos veces
presidente y amigo de Felipe González, Carlos Andrés Pérez). Esa cultura
siempre ha sido clientelar, jerárquica, aduladora, interesada y trepadora (dos
palabras maravillosas para el léxico político vienen de esa cultura: pantallear
-fanfarronear- y pescuecear -estirar el pescuezo para salir en la foto-). Si
añadimos que la existencia de un Estado débil -que viene arrastrándose de la
colonia, cuando Venezuela no era Virreinato sino Capitanía General- ha hecho
que los militares tengan una capacidad de resolución que no siempre tienen los
civiles- y que la oposición, lejos de hacer una oposición constructiva tuvo
siempre un ánimo golpista, entendemos que los elementos críticos fueran
debilitándose.
Sin embargo, uno de los rasgos esenciales del proceso
bolivariano, y donde se juega su futuro, esta en mantener la crítica. Lo que
devoró la revolución francesa, la rusa, la cubana fue el ahogamiento de las
voces disidentes. En Venezuela tomó otro rumbo. En 2009, el Centro
Internacional Miranda organizó un encuentro en Caracas para valorar
críticamente las luces y las sombras del proceso. La primera reacción parecía
que iba a repetir el fantasma de las revoluciones devorando a sus hijos. El
papel implacable de la oposición, de los medios, de la universidad,
comprometidos únicamente con el regreso al pasado, había enrocado al gobierno.
Pero Chávez supo reaccionar, escuchar a su pueblo que le decía que no era
verdad que siempre coincidiera lo que se hacía con lo que se decía. Y en su
última comparecencia, en lo que se ha llamado el Cambio de Timón, Chávez
resumió su programa: escuchar al pueblo, mucha crítica y autocrítica y
transición al socialismo.
Si hay un ámbito en el que Chávez luchó contra el destino,
fue en cambiar la manera de pensar de los venezolanos y, desde ahí, de los
latinoamericanos. Una vez producido el desarraigo de la conquista, donde el
Estado siempre ha sido débil, la esfera pública también siempre ha mostrado la
misma debilidad. Lo público no es el espacio de todos, sino el espacio de
nadie. El comportamiento lo marca la relación con la naturaleza. Si la
naturaleza te da algo, lo coges. Igual con el Estado. Una organización estatal,
con leyes impersonales, funcionarios entregados a lo público, políticos
virtuosos y redistribución de recursos, es menos creíble que los golpes de
fortuna de las telenovelas. Chávez le dijo a su pueblo: vuestra suerte sois
vosotros mismos. Y al tiempo que les daba un pez, les decía que tenían que
aprender a pescar.
Antes de entrar en el quirófano que no le regresó a la vida,
Chávez dejó su testamento: no lloren: luchen por la revolución bolivariana. No
se peleen entre ustedes como siempre ha hecho la izquierda: dejen que Nicolás
Maduro les guíe en los siguientes pasos del proceso bolivariano. No se crea
nadie más importante que el pueblo: manden obedeciendo. Y todo el mundo en
Venezuela ha entendido que la soledad de los cien años del continente no puede
regresar. El camino ha arrancado. Los venezolanos y las venezolanas, esos que
siempre han vivido y viven en Venezuela, saben que ahora tienen patria.
Ese es el legado de Chávez. Pura dignidad. Hace falta todo
un pueblo consciente y organizado para continuar esa inmensa tarea. Ya se están
secando las lágrimas y poniéndose en marcha.
público.es - 06/marzo/2013